Cambios de los polos
Si lo que dice Toth es cierto, los cambios de los polos están conectados con nuestro modelo de evolución.
Unos y otro se encuentran interrelacionados. El último de esos cambios fue un hecho importante, y estuvo directamente vinculado al proceso de concienciación. Sin embargo, no fue un cambio positivo; dado que «caímos» en el estado de conciencia, resultó un cambio negativo. Hasta hace bien poco, me parece que hasta 1950 más o menos, se creía que los cambios polares era algo que no sucedía nunca, o que pasaba una vez en mil millones de años. Pero, en realidad, los polos cambian cada 12.500 o 13.000 años; dicho con otras
palabras, se producen cada vez que llegamos a los puntos críticos de la precesión de los equinoccios, de los que ya hemos hablado. Por tanto, estos cambios se producen de forma regular. Los científicos están descubriendo que en la historia de nuestro planeta ha habido numerosos cambios de los polos.
Estos fenómenos no sólo se producen cada cierto tiempo sino que, incluso, han dado lugar a inversiones totales; el norte ha pasado a ser el sur, y viceversa. Por ejemplo, hubo un tiempo en el que las capas de los polos estuvieron en el ecuador. Por ejemplo, raramente existe algún lugar en el planeta en el que no se encuentren conchas marinas. Se pueden hallar en la cumbre de las montañas Rocosas e, incluso, en el lago Titicaca, que estuvo en una época sumergido en el océano y hoy se halla a casi cuatro mil metros de altitud.
Los científicos encontraron gran parte de esta información al extraer muestras del fondo marino, y estudiar las marcas de los sedimentos que había en ellas, similares a los anillos de los troncos de árboles.
Los cambios polares son de gran magnitud. Gracias a los métodos del ion y del radiocarbono, se puede afirmar que existen evidencias que sugieren que hace aproximadamente 12.000 años el Polo Norte cambió su
emplazamiento en la bahía de Hudson, a 60 grados latitud norte y 83 grados longitud oeste, trasladándose a su actual situación en el océano Ártico.1
Actualmente nos encontramos en la línea sideral existente entre la constelación de Virgo y la de Leo.
Cuando de noche estudiamos el cielo, nos imaginamos que estamos trasladándonos de Piscis a Acuario, aunque, en realidad, nos encontramos en Virgo y vamos hacia Leo. Precisamente por esto, la esfinge es una virgen con cuerpo de león, un símbolo de Virgo y Leo.
John White, en su libro Pole Shift (Cambio de polo) proporciona abundante información sobre este punto. En la Siberia septentrional se han encontrado restos humanos, de bisontes y de árboles que, al parecer, fueron violentamente destrozados y se congelaron inmediatamente. Cuando los bisontes quedaron congelados tenían en sus estómagos un tipo de pasto que sólo se da en zonas tropicales. Resaltemos el hecho de que cuando el agua se congela rápidamente, se pueden producir más de doscientas clases diferentes de hielo. Los restos
orgánicos se encontraban tan profundamente insertos en la estructura del hielo, que todavía resultan comestibles hoy, 12.500 años después del cataclismo. Los cambios de los polos suceden de forma sumamente rápida. De hecho, pueden llevarse a cabo en el transcurso de veinte horas. Hay toda clase de teorías que explican las razones de estos cambios polares. Por ejemplo, se afirma que las capas de hielo se expanden y resbalan produciendo un desequilibrio de la Tierra, similar al de un giroscopio. Una teoría más reciente, la del físico sueco Hannes Alfvenis, denominada magnetohidrodinámica o MHD, asegura que bajo la sólida corteza terrestre existen otras capas semisólidas. En ocasiones, éstas actúan como masas sólidas y mantienen la corteza terrestre en su lugar; pero, otras veces, sobre todo cuando se produce un colapso del campo magnético de la Tierra, estas capas actúan como masas líquidas, y causan el cambio de posición de la corteza.
2 Se ha podido reproducir este fenómeno en laboratorio.
Nadie sabe qué es lo que desencadena el proceso. Una vez se inicia, la superficie de la Tierra se mueve a una velocidad de casi dos mil millas por hora, produciendo un viento que alcanza las mil millas por hora.
Evidentemente, esto es más que suficiente para devastar cuanto se encuentre sobre la Tierra. No es de extrañar que se espere que la próxima vez que tal fenómeno se produzca, se pueda hacer algo para controlarlo.
Ahora bien, sea cual sea la importancia de los cambios polares, siempre se producirá otro cambio en el proceso de concienciación, vinculado a aquéllos. O sea, experimentamos modificaciones de forma paralela. Si 8 se produce en nosotros un gran cambio de conciencia, esto puede afectar en gran medida al cambio físico de
los polos. Así pues, nuestra tarea consiste en hacernos lo suficientemente conscientes para poder controlar el futuro cambio polar, haciendo de tal hecho algo provechoso y no temible.
Como monitor de rebirthing, permítanme que les diga que un cambio de polos es algo así como un nacimiento. Si la mujer que va a dar a luz se encuentra dominada por el miedo, el parto será difícil y penoso.
Pero si se halla relajada y serena, el nacimiento de la criatura se producirá con toda facilidad. El parto puede y debe ser una cosa fácil. Al fin y al cabo, todo es un producto de la conciencia.
Tal vez usted crea que este tipo de informaciones pueden asustarle. No lo permita. A un nivel profundo, se da cuenta de que no hay problema alguno. Por lo general, cuando un planeta experimenta un cambio de polos,
la evidencia es que son muchos los llamados y pocos los elegidos. Al final, cada uno hace lo que tiene que hacer. Son pocos los que inicialmente alcanzan una conciencia crística; los demás yacen en dimensiones más bajas (aunque ellos las consideren encomiables). A lo largo de un dilatado período de tiempo, probablemente cientos de miles de años, aquellos pocos que alcancen un nivel superior de conciencia movilizarán al resto de la humanidad, de manera que al final todo el planeta marchará hacia una conciencia crística. Pero aquí y ahora algo está sucediendo en el planeta Tierra.
TOMADO DEL LIBRO
LA CUARTA
DIMENSION
Origen, historia y destino de la humanidad
Bob Frissell